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Jugar, vivir y estudiar en Obras

El día comienza bien temprano en Obras. Mientras los jugadores reclutados del básquet se despiertan en sus “dormis”, algunos para asistir al secundario y otros para entrenar, los alrededores del Instituto se van llenando de chicos para el ingreso. Al mismo tiempo, en el comedor ya están las cocineras de toda la vida para preparar el desayuno y empezar a planificar el almuerzo. Durante la mañana, los playones al aire libre reciben a alumnos desde primario hasta terciario para realizar actividad física, porque el deporte es una pata fundamental de la institución. El plantel de Liga Nacional también dice presente en el Templo del Rock con su entrenamiento matunino. Mientras tanto, en el jardín de infantes se reparten juegos, sonrisas y alegría, y en la pileta los chicos del equipo aurinegro de natación hacen una pasada tras otra persiguiendo sus sueños. En Obras, todos los días son un poco eso. Es una mini ciudad dentro de un club.

Particularmente, de todo esto disfrutan diariamente los reclutados y reclutadas de Obras Basket, quienes llegan desde distintas partes del país con mucho potencial para jugar en las inferiores del club. Pero no solo es eso, sino que también se trata de vivir y de estudiar en el mismo lugar. No existen muchos casos en Argentina de instituciones que ofrezcan la posibilidad de llevar adelante un desarrollo integral de este tipo. Obras demuestra estar a la vanguardia y lleva adelante con éxito este tipo de proyecto desde hace ya una década.

Entonces, ¿de qué se trata jugar, vivir y estudiar en Obras? Autoridades educativas, entrenadores y gerencia explican cómo es el proceso de entrada y permanencia del chico, mientras que los mismos jugadores cuentan sus propias experiencias.

“La modalidad que utilizamos es un seguimiento de los chicos en los torneos de FeBAMBA (Federación de Básquet Área Metropolitana de Buenos Aires) y en las competencias nacionales de cada una de las categorías. Ahí buscamos jugadores que tengan proyección, así que lo que hacemos es ir a ver los torneos ya con chicos en carpeta que nos interesan por condiciones o talla. Puede ser que busquemos algún puesto o característica particular que el club necesita o dos o tres puestos puntuales. Lo primero que hacemos es juntarnos con los padres para contarles el interés que tenemos de que su hijo forme parte del club. Le explicamos que Obras tiene una de las mejores infraestructuras del país, que incluye el colegio, el complejo de dormis, un comedor, playones deportivos al aire libre y dos estadios. Además, todos tienen su obra social y trabajan con el grupo interdisciplinario de médicos, kinesiólogos, nutricionistas y psicólogos que colaboran con cada una de las necesidades. Yo, además de entrenador, soy el tutor de los chicos, y una de mis funciones es acompañar y estar con ellos día a día. Ya sea en el colegio o en lo cotidiano, cumplo un poco el rol que tiene la familia y estoy en contacto todo el tiempo. Más allá de jugar al básquet, que es a lo que llegan al club, la prioridad es el estudio. Le damos mucha importancia a que estén bien en el colegio”, sostiene Santiago Petersen.

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Guillermo Suriani, gerente del club, complementa sobre los servicios que utilizan los chicos. “A los jugadores y jugadoras les brindamos vivienda y, a la mayoría, educación, porque vienen en los últimos años del secundario. Incluso tenemos casos de chicos estudiando en el profesorado de educación física, en el terciario. Todo el tema educativo y la continuidad de sus lugares de origen siguen acá. Es una gran ventaja tener un colegio propio con nivel secundario y terciario, que permite que estos chicos no interrumpan sus estudios y mucho menos que tengan que viajar por la ciudad de Buenos Aires. Están dentro del club, más que nada para que los padres no estén preocupados por la seguridad y todos los temas que le respectan. Otra cosa importante son los dos alojamientos que tenemos. Los varones viven dentro del club y las chicas conviven en una casa a escasos 800 metros de la institución con todas las condiciones que necesitan. Por otro lado, todos se alimentan con las cuatro comidas correspondientes en el comedor del club, en donde también almuerzan los chicos del colegio. Por último, y no menor, está el tema de la salud. En el caso de que los chicos no tengan obra social, nosotros le otorgamos la cobertura médica. En esa sintonía está el club, que es una zona cardioprotegida ya que posee varios desfibriladores instalados en lugares estratégicos. Además, el predio tiene vigilancia las 24 horas, por lo que los chicos tienen a quien recurrir en cualquier momento. Por supuesto, cada grupo está seguido de cerca por los tutores. Creo que los chicos eligen Obras porque tiene una preponderancia en la historia del básquet. Para alguien del interior, venir a Obras es de por sí muy atractivo. Acá hay control, contención, amistad y una gran ubicación, ya que Núñez es muy barrio muy lindo. Ya llevamos varios años con una experiencia muy sólida. Las familias entregan a sus chicos con una tranquilidad y confianza absoluta”, afirma.

La posta del Instituto la toma Marcela Tognola, directora del secundario del Instituto Obras y dueña de una vasta experiencia respecto a este proceso. “Tanto los jugadores como las jugadoras reclutadas por el club y sus familias pasan por una entrevista personal conmigo. Los padres acompañan muchísimo, les gusta venir a conocer el colegio y el ámbito donde van a estar sus hijos. A mí también me gusta conocerlos para luego, durante el tiempo que estén, poder continuar el contacto. En general son familias que viven lejos, entonces la comunicación vía mail y teléfono se da muy seguido. Por otro lado, el seguimiento y acompañamiento de los docentes se da de manera natural. El sistema de reclutamiento lleva muchos años acá, por lo tanto los profesores saben que estos alumnos son especiales. Deben responder tanto a una exigencia académica como también deportiva con el club, que es el que apuesta por ellos. También trabajamos con los tutores de manera coordinada, en el sentido de que si hay un descenso en el rendimiento académico están al tanto para poder sacar lo mejor de los chicos y que sea una experiencia útil y de desarrollo personal. A partir del paso por el secundario, muchos van decidiendo su profesión para el futuro. Hay algunos que se quedan con nosotros porque el Instituto tiene el profesorado de educación física. La experiencia es muy buena y de mucha satisfacción, porque los chicos agradecen la predisposición de los docentes y directores”, destaca.

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Y agrega: “En el caso de que tengan que participar de cualquier evento deportivo, lo que ocurre es que ese alumno entra en lo que es una licencia deportiva. Está establecido en el reglamento de convivencia cual es la documentación que tiene que presentar para que esas inasistencias sean justificadas. A la vez, los docentes están al tanto del tiempo que el jugador o jugadora va a estar ausente, por lo que se adaptan los tiempos de evaluación y actividades a presentar para que no se vea perjudicado. No hay ningún inconveniente para ir acomodando la situación del alumno durante el año”.

Más allá de todo, los protagonistas son los chicos, por lo que es importante conocer sus sensaciones y opiniones. “Yo entré al Instituto Obras en la etapa más linda de todo adolescente, que son los últimos dos años de secundaria. Tuve que hacer un cambio grande, principalmente en cuanto a la gente que me rodea. Creo que todos los jugadores tendrían que tener la posibilidad de desarrollarse intelectualmente y deportivamente. El club me dio la oportunidad de hacerlo, brindándome el secundario y el terciario, e hizo todo lo posible para que yo presente mi mejor versión adentro de una cancha de básquet. Creo que lo académico está estrechamente vinculado con lo deportivo. Todo el intelecto que yo adquiero en la escuela lo utilizo para ejecutar luego en la cancha”, asegura el santafesino Fernando Zurbriggen, quien llegó en enero de 2014 y este año tendrá una participación importante en el equipo de Liga Nacional. A la par cursa en el profesorado de educación física.

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“Desde el primer momento me sentí muy cómodo acá y no extrañé mucho. Todos me han tratado muy bien. A toda mi familia le costó entenderlo, sobre todo a mi mamá que fue la que más sufrió, pero hoy están contentos porque estoy haciendo lo que me gusta”, cuenta el juvenil Luca Valussi, en Obras desde 2014. En cuanto a estudiar en el mismo lugar, opina: “Fue muy beneficioso, porque en los primeros días me sentía muy cansado. En Chaco salía más temprano del colegio y acá es totalmente distinto, con una rutina diaria bastante larga. Los profesores del colegio también nos entienden muchos a los jugadores reclutados. Siempre nos apoyaron bastante. A veces tenemos una prueba a la vuelta de un viaje y comprenden la situación”.

Lautaro Berra, esa torre de 2.05 metros que juega para los juveniles y ya entrena y forma parte del trabajo de la Liga Nacional, llegó a principios de 2015 desde Firmat, Santa Fe. “Es muy importante que el club integre la educación con el deporte. No conozco en el país lugares que se manejen de esta manera. Además, en cuanto a infraestructura, Obras es lo mejor que existe en el país. Por suerte me pude integrar muy bien a esta modalidad”, remarca.

Estos casos se suman a los de Santiago Ibarra, Francisco Barbotti, Juan Pablo Lugrín y Mateo Marziali, por citar algunos ejemplos. Todos ellos estudiaron en Obras y luego tuvieron su participación en el básquetbol profesional. Hasta el “Pipa” Juan Gutiérrez pasó por este proceso y terminó siendo un referente muy importante del club. Pedro Barral y Tomás Zanzottera, formados durante muchos años en las inferiores, supieron ganarse un lugar y hace rato forman parte del plantel estable de Liga Nacional.

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El que está gratamente sorprendido por esta forma de trabajar fue Nicolás Casalánguida, flamante entrenador de Obras Basket para la temporada que se viene. A pesar de su juventud, el DT conoce muy bien lo que significa la palabra formación. «Me estoy interiorizando sobre el funcionamiento de Obras y su organización, que es muy buena y hay que destacarla. Dentro del mismo predio del club está todo. Eso es raro de ver. No existe en otros clubes esto de que el joven vaya a la escuela a la mañana, salga, tenga el gimnasio de pesas a 20 metros, que la cancha esté a 30 metros, que se alimente en el mismo lugar. Y no es solo una vianda, sino que la comida la hacen cocineras que trabajan como si fueran las madres de los chicos. Lo hacen con mucho afecto. Como si fuera poco, arriba del comedor están sus habitaciones, el complejo de dormis. Eso es lo que hace interesante este lugar, lo que lo distingue. Es un proyecto distinto a otros en el país y el funcionamiento está aceitado. Me gusta, tiene un potencial que hay que seguir explotando y mejorando», analiza.

Con respecto a la fusión entre lo académico y lo deportivo, considera que «es algo crucial en el desarrollo de cualquier persona. Es imprescindible que haya un estímulo intelectual y cognitivo que vaya de la mano con la parte deportiva. Eso acá convive. Lo que hay que buscar siempre es que los jóvenes tengan un crecimiento integral en todas sus facetas: psicológica, física, personal, hábitos de entrenamientos, cognitiva. Es un perfil de jugador que hay que construir. Obras tiene la grata posibilidad ofrecer un contexto que favorece al desarrollo integral de los jugadores».

Jugar, vivir y estudiar en Obras. Una experiencia que vale la pena transitar.

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