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Tierra de promesas: Lugrín

“Ojo que dice que es alto y juega muy bien”. Mateo Marziali aparece en escena sobre el final de la charla y hace la advertencia sobre Juan Pablo Lugrín, el protagonista de esta nota, quien a la vez “acusa” a su compañero (y amigo) de equipo de ser el “más cargoso del grupo”. Obviamente, todo es risas entre dos de las promesas que tiene Obras Basket. Chicanas muy sanas que sirven para descontracturar tantos entrenamientos y el trajín de partidos.

Antes de todo eso, Lugrín, quien cumplió el sueño de integrar la Selección argentina U18 que hace unos días fue cuarta en el Premundial de Colorado y se clasificó para el Mundial del año que viene, se prestó para descubrir la persona detrás del basquetbolista. El alero nació el 5 de noviembre de 1996 en la localidad bonaerense de José C. Paz. Tiene 17 años, mide 1.92 y pesa aproximadamente 96 kilos, muchos de ellos ganados por las empanadas fritas con carne cortada a cuchillo que prepara su mamá Claudia y que tanto disfruta junto con papá Gustavo, sus hermanos Nahuel (con 20 años es entrenador de minibásquet en la Cooperativa de Tortuguitas) y Mateo (5) y sus abuelos Mari y Humberto. “Todavía no sé qué le pone a esas empanadas, pero desaparecen en dos minutos. No cuenta el secreto”, dice. Toda la familia “viene casi siempre a hacerle el aguante al tachero” y lo acompaña bien de cerca desde su llegada al club en 2011, luego de haber pasado por El Porvenir de su lugar natal y por Los Indios de Moreno. Apenas uno o dos meses le alcanzaron para adaptarse a la casa que tiene Obras para los reclutados. Y confiesa que no extrañó demasiado por un tema de cercanía, ya que después de jugar los sábados generalmente se va para su casa.

La secundaria es una parte importante en su vida. Es uno de los tantos alumnos de quinto año del Instituto Dr. José Ingenieros, el colegio del club. Para él es muy cómodo el hecho de entrenar y estudiar en el mismo lugar. ¿Cómo se organiza para agarrar los libros teniendo en cuenta sus días tan agitados? “No me cuesta estudiar, generalmente lo hago uno o dos días antes de la prueba, de noche y después de comer. Aunque a veces se llega muy jodido a la prueba y se trata de rasguñar el seis, jaja”. El último verano rindió bien cuatro materias que le permitieron pasar de año: inglés técnico, inglés (sí, son dos materias distintas), química y filosofía.

En los tiempos libres, Lugrín disfruta compartiendo encuentros al aire libre con sus amigos, viendo deportes por la tele, sobre todo fútbol europeo (según dice, no es hincha de ningún club en especial), o escuchar una amplia variedad de géneros musicales. Elige Daft Punk, ese grupo francés de música electrónica conformado por Guy-Manuel de Homem-Christo y Thomas Bangalter, quienes aparecen en todas sus presentaciones disfrazados de robot. Por otro lado, apunta a “Django sin cadenas” como una de sus películas favoritas, protagonizada por Jamie Foxx, Christoph Waltz, Leonardo Di Caprio y Samuel L. Jackson y dirigida por Quentin Tarantino, y, más allá de que dice estar muy mal con la lectura, se sumerge de vez en cuando en los cuentos de fútbol escritos por el genial Eduardo Sacheri. El último libro que leyó fue el de Emanuel Ginóbili, su referente y el jugador a quien admira.

Lugrín recuerda el año pasado y lo elige como el mejor momento de su vida en este deporte. “Después de ganar el título de Capital con los juveniles de Obras, me di cuenta de todos los logros que conseguimos en un año. Ser campeón con Argentina del Sudamericano U17, pelear una final con la Selección de Capital, llegar a la final con Obras en cadetes y haber debutado en la Liga Nacional fue tremendo”. Y sueña: “Quiero sumar minutos en la Liga Nacional con Obras. Y en el futuro jugar en el exterior. Sería muy lindo”.

FUENTE: Emilio Hamilton para Prensa Obras Basket

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