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La historia de Víctor Andrade

Víctor Andrade Toyo arribó a Buenos Aires en febrero, como reclutado, para ser formado, educado y desarrollado como jugador de básquetbol dentro del club. Desde entonces, es habitual encontrárselo por todos lados: en el microestadio, en el Instituto, en el gimnasio, en los pasillos o simplemente paseando, disfrutando de los amplios espacios que ofrece la institución, muchas veces junto a algún compañero. Todos parecen conocerlo, no hay quien no lo salude. Pero, ¿Quién es, y cómo llegó hasta Obras?

Víctor nació en Cabo Verde, más precisamente en la localidad de Ribeira Grande, en la isla de Santo Antão, una de las diez islas que componen el país. Aunque suele generalizarse a África como un continente de conflictos, pocos recursos financieros, mucha pobreza, y desorden social, este no es el caso de Cabo Verde. Allí, cuenta el jugador, eligen a sus representantes democráticamente, mediante el sufragio, y tampoco abunda la gente carenciada de recursos vitales. Contrario a ello, la gran mayoría de las personas son clase media o media-alta. También hay escuelas y universidades públicas de buen nivel académico. Su ciudad, al igual que todo el país, se financia en base a la industria pesquera y el turismo, siendo que las islas están rodeadas de hermosos paisajes tropicales y aguas cristalinas.

Víctor nació el 2 de septiembre del año 2000, como el único hijo en común entre sus padres. Su papá, Vincent Toyo, es un profesor de inglés nacido en Nigeria, mientras que su mamá, María Da Conceicão Andrade, caboverdiana, es ama de casa, aunque fue dueña de una despensa cuando él era chico. Por parte de su padre, tiene un hermano y una hermana mayores, a quienes nunca conoció. Por su mamá, tiene dos hermanas y un hermano (otro falleció cuando él era pequeño). Pese a la gran diferencia de edad que tiene con todos ellos, se crió con Josina, hija de su mamá, con quien se lleva siete años de diferencia. Vivió con su madre hasta los nueve años, cuando se mudó con su padre a la isla de Santiago de Assomada, y permaneció allí tres años, hasta regresar a Santo Antão. A los 11, comenzó a practicar básquet en el colegio. Siempre tuvo gran altura, pero nunca antes se había entusiasmado por ese deporte. De chico, jugaba al fútbol con sus amigos, pese a que nunca le gustó realmente.

Comenzó a entrenar en el club Rosariense, donde conoció a alguien que considera muy especial: Delio Leito, su entrenador y formador. Víctor se transformó en una promesa muy pronto. Con 13 años, era deseado por el Benfica de Portugal, aunque la operación no se dio, y continuó en Cabo Verde. Sin embargo, más adelante, fue contactado por Joaquín Brizuela, responsable de operaciones internacionales de la Federación Española de Básquet, quien lo puso en la órbita de clubes grandes de su país, como Real Madrid, Barcelona y Valencia, pero también tomó contacto con Obras. Entre la tardanza de los ibéricos, la entidad de Núñez mandó la oferta de reclutamiento, con los papeles correspondientes, y el jugador, junto a su familia y su entrenador, aceptaron el desafío que significaba emprenderse en nuevos rumbos para continuar su desarrollo a casi 4.000 kilómetros de distancia de su hogar. Según contó el cadete, un ofrecimiento de España llegó una semana antes de emprender viaje hacia la Argentina. Tarde, Víctor ya era un Aurinegro más.

Llegó a Buenos Aires el 6 de febrero de este año, acompañado de Delio Leito. Fue recibido de gran manera en el club, como el primer reclutado africano que llega a nuestro país para desarrollarse en la disciplina. Actualmente, mide 2.03 metros y está pronto a cumplir 17 años. Se desenvuelve en las categorías de cadetes y juveniles. También fue parte del equipo de Liga de Desarrollo la temporada pasada y se entrenó junto al equipo de Liga Nacional. Pese a haberse alejado de sus raíces, el entrenador de las formativas de Cabo Verde, Emanuel Trouvada, lo tiene en consideración para el Campeonato Africano U18 de FIBA, que se realizará el próximo año.

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