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La convivencia de los reclutados

“Buenas, ¿cómo están? Bienvenidos a la casa de Obras”. Marcelo Travnik, Coordinador de la Cantera de Obras Basket, abre las puertas del lugar donde los reclutados aurinegros pasan sus días. Mientras se preparan para el entrenamiento de la tarde, Francisco Barbotti, Santiago Ibarra, Juan Pablo Lugrín, Mateo Marziali, Camilo Paniagua, Luca Valussi, Laureano Zalio y Fernando Zurbriggen, los ocho elegidos para jugar, estudiar y vivir en Buenos Aires, se animan a contar de qué se trata ese desafío de vivir lejos de casa siendo tan chicos y el método para organizarse y alcanzar una convivencia armoniosa.

La vivienda está ubicada en el corazón del Barrio River, a ocho cuadras de Obras. La zona tiene similitudes a un barrio privado, porque no hay tráfico de colectivos ni de muchos autos, lo que favorece a la tranquilidad. Los chicos viven solos y en este espacio pasan el tiempo que no ocupan en la escuela, los entrenamientos o partidos. Es decir, el descanso, el estudio y la cena. Por supuesto, siempre con la supervisión de Travnik, el tutor de los chicos y responsable de la casa.

“El club fue haciendo una inversión en esta casa durante los últimos dos años. Fuimos mejorándola y haciéndola más funcional para que sean más fáciles la limpieza y los cuidados. Los chicos deben tener siempre ordenados los espacios comunes y las habitaciones se las revisa dos o tres veces por semana. Los encargados de la limpieza de los dormitorios son ellos. Lo bueno de esto es que ellos aprenden a hacer cosas que no todos hacían en sus casas. Y la contra es que son muy chicos, por lo que a veces la casa está desordenada y se les llama la atención para que puedan mejorar. Pero lo entienden y lo modifican rápidamente”, explica Travnik, quien los visita dos o tres veces por semana para asegurar que todo esté en orden. Además, “el club nos facilitó una persona que viene a hacer la limpieza de los espacios comunes tres veces a la semana”, dice.

Por otro lado, muestra su satisfacción por el buen comportamiento de los chicos y cuenta que “esta no es una estructura muy rígida. Todo lo que sea normal en un chico de entre 15 y 18 años creo que está bien. Tratamos de que siempre haya dos o tres en la casa para que puedan estar acompañados, para que si a alguno le pasa algo esté otro para poder avisar. No hay ningún tipo de norma que sea inflexible, siempre y cuando se avise antes a cualquiera de los tres entrenadores o a mí. En caso de alguna salida, me avisan previamente. Y si es normal, la pueden realizar”.

Según cuentan los chicos, en la casa no hay tareas designadas, sino que cada uno es responsable de sí mismo. “Cada uno se hace cargo de lo suyo. Cuando comemos, cada uno lava su plato, su vaso y el sector que usó en la mesa. El tema del lavado de la ropa también es personal. Cada uno tiene su jabón en polvo y luego es responsable de colgar la ropa en el tender. Hay que ordenar lo que ensucia, porque si no pueden generarse algún tipo de roces”, asegura Marziali. “A veces hay que ponerle los puntos a varios por temas de limpieza y demás”, agrega Paniagua, el más “veterano” de la casa y al que todos buscan para disfrutar de un buen almuerzo o cena, debido a su condición de estudiante para chef. “No cocino bien, pero sé algo más de lo que saben todos acá. Soy como el cocinero de la casa”, afirma.

En el medio de las notas hay lugar para las bromas y las acusaciones. “Tres años y nunca vi que el Colo (Marziali) haya limpiado un plato. Nunca. Y cuando vos no lavás, él viene y te lo reclama. Eso es lo peor de todo”, dispara Paniagua. Y los más nuevos también reciben los retos. “Al principio eran bastante desordenados. Después llegó Ibarra y se volvieron peor, y el Colo ayudó a que se volvieran más desordenados todavía, porque les enseñó mal”, acompaña Lugrín. Zurbriggen aparece en escena y pone paños fríos, aclarando que “siempre hay alguien que deja los platos sucios, pero después se descubre el culpable y se soluciona”. Los chicos le ponen buena onda a una tarde muy calurosa en el patio de la casa, mientras van pasando para las notas.

En su tercer año de convivencia, Marziali afirma estar “muy cómodo. Las habitaciones están buenas, ahora tenemos camas nuevas y una persona que viene siempre a limpiar. Estamos muy bien”. Lugrín comparte la misma línea de pensamiento: “Estoy contento con estos tres años en la casa, pasé toda mi adolescencia y viví muchas cosas lindas con mis compañeros”.

Pero al mismo tiempo, para algunos no siempre fue fácil empezar a sentirse bien dentro del grupo, sobre todo por la distancia con sus seres queridos. “La adaptación me costó bastante por no ver seguido a mi familia, pero habiendo chicos más grandes, con uno o dos años de experiencia en el lugar, se hace más fácil. Esto tiene muchas cosas buenas, como hacer amigos y aprender a respetar al otro”, sostiene el chaqueño Barbotti. “Yo me sumé en enero de este año. Tenía expectativas mucho más bajas, pero encontré una casa que está formada por un gran grupo de personas, más allá de tener diferencias normales que genera la convivencia. Durante los primeros momentos extrañaba mucho, pero ahora puedo decir que es acá donde pertenezco. Los chicos me facilitaron la adaptación. Con Juan y Mateo tuvimos muy buenas experiencias juntos, compartiendo salidas o cenas. La verdad es que estoy muy contento porque, además de matar el tiempo, disfrutaba mucho de todo eso”, cuenta el santafesino Zurbriggen, remarcando la importancia del rol de los más grandes para integrar a los recién llegados.

“Creo que en el fondo el desarraigo es costoso para la mayoría de los chicos. Algunos pueden madurarlo y estar mejor más tempranamente que otros. A veces, ellos empiezan a sentir que esta es su segunda casa y familia y llegan a lograr, con algunos, como una hermandad o una amistad muy fuerte para poder desarrollarse mejor. Y si uno se siente mal o extraña, lo pueden resolver entre ellos, más allá de llamarme a mí. Hasta muchos jugadores del equipo profesional han estado en los momentos difíciles de los chicos”, concluye Travnik.

Las promesas de Obras Basket agarran sus bolsos, se despiden y van rumbo al club para encarar un nuevo entrenamiento. Mañana hay otras dos finales que jugar.

FUENTE: Emilio Hamilton para Prensa Obras Basket

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